La modernidad, fenómeno social caracterizado por la revolución científica, tecnológica, política y cultural, ofreció al hombre un progreso indefinido. Pero no obstante, la postmodernidad, en el fondo trae consigo, la crisis de valores. Y los valores son el núcleo de la vida social, porque en ellos se fundamenta tanto la creación como la conservación de las normas sociales. En efecto, si no hay valores éticos morales, no hay conducta social. Por consiguiente, la sociedad se divide como totalidad y se diluye la cultura, porque en el núcleo de cualquier estructura social hay un conjunto de valores.
Los maestros de hoy somos una generación testigo del comienzo no solo de un nuevo milenio, sino también del nacimiento de un nuevo modo de organización de la vida familiar, social, política y religiosa, etc. Estamos viviendo una etapa de metamorfosis en donde dejamos un tipo de sociedad para adentrarnos en uno nuevo. Ello se debe a las nuevas tecnologías de información que han puesto a nuestro alcance infinidad de información respecto a la vida, el trabajo, la ciencia, la política, la religión, el comercio, etc. Estas nuevas tecnologías de la información han hecho de nuestro mundo una verdadera aldea planetaria, con ellos la posibilidad de intercambio cultural.
Por otra parte, la televisión que causó tanto impacto con su incursión en la sociedad y lo sigue haciendo hasta hoy, ha traído, junto con sus virtudes, mensajes que vienen provocando una profunda crisis de valores que está remeciendo los cimiento de la vida familiar, social, política y cultural de nuestros pueblos.
La educación en valores debe tener como base o cimiento las ciencias bio-sico-sociológicas, las ciencias filosóficas y las teológicas. Puesto que estas ciencias nos entregan los principios rectores, los ideales, los valores, las normas, y los métodos que permitirán a la acción educativa ir forjando la personalidad. Claro está, sin dejar de lado los valores éticos, personales y sociales; conocidos también como los valores tradicionales, como son: el amor, la libertad, la justicia, la solidaridad, la honestidad, la sinceridad, la paz…, etc. Pues son estos los valores que confieren sentido a la vida. Puesto que el desarrollo de un ser humano es conciente y libre. El primero, porque es conocedor de los fines que persigue y de los medios que utiliza; el segundo, porque supone autodeterminación del sujeto para echar mano de esos medios y alcanzar esos fines.
En la sociedad actual, nuestros valores tradicionales competen ahora con nuevos valores productos de la posmodernmidad, pues como sabemos en este tercer milenio todo está en evolución, cambio, transformación, etc. Por ende, los valores éticos tradicionales también han evolucionado. Esta nueva sociedad del conocimiento demanda desarrollar en nuestros alumnos, los llamados valores de la posmodernidad, como son: creatividad, imaginación, innovación, autonomía, competitividad, inconformidad, juicio crítico y reflexivo, trascendente, proactivo, cooperativo y toma de decisiones…, etc. Estos valores son vitales para el desarrollo social y económico de nuestro país en este nuevo milenio.
Las Instituciones Educativas se tienen que reinventar sobre la base de la creatividad y la inteligencia, puesto que no hay modelos ni teorías válidas, hay solo intentos de responder las nuevas necesidades. Bien lo dijo poéticamente Antonio Machado: “caminante, son tus huellas el camino, y nada más; caminante, no hay camino, se hace camino al andar”. Pues como vemos no hay camino, pero hay metas. Y cuando la meta es clara, las etapas del camino se van abriendo en la marcha. El que tiene un por qué para vivir, siempre encontrará el cómo. Pero el por qué lo señala los valores. De este modo, cada maestro, cada escuela tendrá que inventar y construir, con sus estudiantes, el mejor camino que los conduzcan hacia su desarrollo personal y el de su comunidad. Su tarea principal será entonces, definir su misión institucional, orientados a promover no solo los valores tradicionales sino también los valores de la posmodernidad.